Revistas científicas: piedras angulares de la comunicación científica
La relación entre arte y ciencia, tradicionalmente percibidos como mundos contrapuestos, revela una rica interacción que desafía límites y amplía horizontes. Mientras el arte invita a explorar la subjetividad y la creatividad, la ciencia busca la verdad objetiva mediante el rigor metodológico. En este cruce de caminos, ambos sistemas convergen como expresiones fundamentales de la creatividad humana, generando nuevas formas de conocimiento, cuestionando lo establecido e inspirándonos a imaginar futuros más diversos y sostenibles.
| 1 dic 2024 |
¡Sinergias!
Relaciones Arte y Ciencia
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La relación entre arte y ciencia, tradicionalmente percibidos como mundos contrapuestos, revela una rica interacción que desafía límites y amplía horizontes. Mientras el arte invita a explorar la subjetividad y la creatividad, la ciencia busca la verdad objetiva mediante el rigor metodológico. En este cruce de caminos, ambos sistemas convergen como expresiones fundamentales de la creatividad humana, generando nuevas formas de conocimiento, cuestionando lo establecido e inspirándonos a imaginar futuros más diversos y sostenibles.
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¡Sinergias!
Relaciones Arte y Ciencia
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La ciencia, más que ser un conjunto estático de conocimientos acumulados a lo largo del tiempo, es un proceso dinámico en constante evolución (Secord, 2004). No se limita a la simple recopilación de hechos o verdades inmutables; por el contrario, se trata de un flujo continuo de ideas, teorías, hipótesis y descubrimientos que se adaptan, se revisan y se reinterpretan con el tiempo, en función de nuevas evidencias y enfoques. Este flujo no es lineal ni homogéneo, ya que está influenciado por una serie de actores —científicos, instituciones, comunidades— y por el contexto social, político y cultural en el que se desarrolla.
Las primeras revistas científicas surgieron en la segunda mitad del siglo XVII, con la publicación del Journal des Sçavans en París y las Philosophical Transactions of the Royal Society of London en Londres, ambas en 1665. Estas publicaciones marcaron el inicio de una larga tradición en la difusión del conocimiento científico, inicialmente a través de sociedades científicas, y más tarde mediante universidades, agencias gubernamentales y editores privados. Así, con el devenir de los siglos, las revistas se fueron convirtiendo en el núcleo del sistema de publicación científico-técnica (Abadal & Rius, 2006).
Estas han funcionado como un registro social de invenciones e innovaciones, datos, metodologías y reflexiones, donde los científicos publican sus hallazgos no solo para preservar y dar a conocer su autoría, sino también para contribuir al progreso de la ciencia. Una revista científica organiza y sistematiza el conocimiento acumulado, operando como un canal formal que facilita la producción y reproducción de este. De alguna manera son como una puerta de entrada a los procesos científicos, ofreciendo una estructura lógica que permite a otras/os investigadoras/es utilizar y construir sobre el trabajo previamente realizado (Domínguez, 2022).
En este complejo entramado de interacciones, las revistas científicas no solo actúan como repositorios de investigaciones, sino que también son espacios donde se crean y sostienen comunidades de científicas y académicos que discuten, critican y colaboran en la producción de nuevos conocimientos. Estas ofrecen una plataforma para el diálogo y la revisión entre pares, lo que garantiza que el conocimiento sea continuamente criticado y de esta manera nutrido de más perspectivas. Así, se convierten en un espacio donde la ciencia se comunica a través de un proceso colaborativo.
Una perspectiva útil es distinguir entre la comunicación interna y externa de la ciencia. La comunicación interna se refiere al intercambio de información, ideas, descubrimientos y teorías entre científicos, académicos y profesionales dentro de la comunidad científica. Por otro lado, la comunicación externa se enfoca en la difusión de conocimientos hacia la sociedad a través de diferentes modelos comunicativos y géneros tales como la divulgación y el periodismo científico. Mientras que la comunicación interna tiene como objetivo principal fomentar el desarrollo y la mejora continua del conocimiento científico mediante la revisión, el debate y la colaboración entre pares, la comunicación externa busca acercar la ciencia a la sociedad.
Dentro de este marco, las revistas científicas son fundamentales. Funcionan como los pilares sobre los que se edifica la estructura de la comunicación interna, proporcionando un espacio formal y validado para la publicación de investigaciones originales, revisiones críticas, comentarios y réplicas. Estas revistas actúan como piedras angulares del proceso científico porque ofrecen una plataforma segura y confiable donde los investigadores pueden presentar sus resultados a su comunidad epistemológica para su evaluación y crítica.
Llegado a este punto, no podemos sino reflexionar sobre las limitaciones del sistema de evaluación de la ciencia como lo conocemos hoy en día. El modelo actual, centrado principalmente en indicadores cuantitativos como el número de publicaciones y las citas recibidas, ha sido objeto de múltiples críticas por diversos actores de la comunidad científica y académica.
El sistema actual de evaluación científica se basa principalmente en la cantidad y calidad de las publicaciones en revistas indexadas, favoreciendo aquellas con alto factor de impacto. Este enfoque prioriza la producción de artículos sobre la relevancia de los resultados, fomentando prácticas como la fragmentación de la comunicación en múltiples publicaciones pequeñas. Además, se centra en métricas que no observan el impacto social, económico o ambiental de la ciencia.
Dada la especialización que los distintos campos del conocimiento requieren, en el sistema de publicación de la ciencia proliferan revistas disciplinares, lo que limita la investigación interdisciplinaria, que es esencial para abordar problemas complejos como los que afrontamos en la sociedad contemporánea.
La presión por publicar genera un entorno hipercompetitivo, lo que puede derivar en conductas poco éticas, como el plagio o la manipulación de datos. Este sistema también desincentiva la colaboración entre investigadores, pudiendo desfavorecer la dinámica científica. Asimismo, invisibiliza algunas contribuciones valiosas, como la divulgación científica o el desarrollo de tecnologías, aspectos cruciales para la sociedad, pero que no se consideran en los procesos de evaluación y financiamiento.
A pesar del impulso hacia la ciencia abierta, el sistema sigue favoreciendo las publicaciones en revistas de acceso restringido, lo que dificulta el acceso al conocimiento, especialmente para investigadores de países con menos recursos y el público en general, que a menudo no puede acceder a los resultados de investigaciones financiadas con fondos públicos.
Al abordar la publicación de revistas científicas desde la perspectiva del diseño editorial, es fundamental reconocer que cada actor involucrado en este proceso actúa como un intérprete y mediador dentro de los flujos y procesos del conocimiento científico. Esta disciplina, este modo de observar y decir, no solo da forma al contenido de las investigaciones, sino que también debe presentar el proceso de escritura, revisión y maquetación como una totalidad visible, coherente, comprensible y, por supuesto, referenciable.
Por eso el diseño editorial de una publicación científica debe ser sensible a los criterios y características específicos de la temática disciplinar que aborda, para lo cual es fundamental conocer la comunidad epistemológica de la cual la publicación es parte; la cual, a fin de cuentas, será el público objetivo al que se dirige. Además, es crucial considerar los requisitos de los índices y bases de datos en los que la revista ya está presente o aspira a estar, ya que estos factores influencian tanto su visibilidad e impacto. Este enfoque estratégico permite que cada revista establezca un lugar claro y distinguido en su disciplina, diferenciándose de otras publicaciones similares (Canto Pérez, 2018).
El proceso de diseño comienza con los elementos microtipográficos, que incluyen la elección de familias tipográficas, el tamaño de la fuente, el interletraje, así como los diferentes tipos de espaciado, márgenes y columnas. Es esencial tener en cuenta ciertos aspectos clave que varían según las disciplinas, como las notaciones específicas, el uso de caracteres de distintos alfabetos y aquellos que trascienden lo alfanumérico. En segundo lugar, se consideran los aspectos macro, que abarcan la organización en secciones, el uso de imágenes y tablas, el diseño de portadas, la elección de paletas de color, y la elaboración de la comunicación, culminando en la preparación de los archivos para su interfaz web y su difusión en redes sociales.
En última instancia, un buen diseño editorial no solo mejora la legibilidad y accesibilidad de la revista, sino que también construye una identidad visual, un código, un lenguaje, y de esta manera contribuye al propósito de la publicación. Al alinear armoniosamente la forma y el contenido, el diseño editorial actúa como un puente que conecta a múltiples lectoras/es, promoviendo una comprensión más profunda de los textos y así un mayor impacto en el ecosistema de la ciencia.
Algunas preguntas quedan dando vueltas en el aire: ¿cómo pueden las revistas científicas prepararse para un futuro lleno de innovaciones disruptivas impulsadas por la inteligencia artificial generativa y otras tecnologías de la información aún inimaginables?, ¿cómo podemos, desde el diseño gráfico, los oficios editoriales y la comunicación, contribuir a crear comunidades científicas más activas y dialogantes?, ¿cómo aumentar el impacto de las publicaciones científicas y conectarlas con nuevas comunidades digitales, más amplias y diversas, interesadas en continuar el diálogo científico?, ¿cómo, a través de nuevos enfoques del diseño y la comunicación, como el diseño inclusivo, el diseño instruccional, la comunicación visual y la experiencia de usuario, podemos contribuir al fortalecimiento de las revistas científicas?
Las revistas científicas son vehículos dinámicos que difunden conocimiento de manera periódica, rigurosa y precisa. En un mundo cada vez más digital y accesible, desempeñan un papel clave en la comunicación científica, siendo auténticas piedras angulares. No solo organizan y sistematizan el conocimiento, sino que también fomentan el desarrollo de las comunidades epistemológicas, un componente esencial para el avance continuo de la ciencia.
En el Taller Astrolabio seguimos reflexionando y anotando textos que buscan aportar a la comunicación de la ciencia con nuestras herramientas, experiencias, perspectivas y prácticas para fomentar diálogos y así abrir espacios para que esas discusiones lleguen a comunidades más amplias y diversas, con criterios de inclusión más accesibles. De esta manera, colaboramos en mantener el sistema científico en constante dinamismo.
A medida que el conocimiento científico circula, se convierte en un componente vivo de una red rizomática, en la cual las ideas no se transmiten en una sola dirección ni de manera predecible. En lugar de seguir un camino recto, el conocimiento se ramifica, se entrelaza, se fragmenta y se reconstruye continuamente, a medida que diferentes actores y perspectivas aportan nuevos significados. Esto crea una dinámica no lineal de transmisión de información, donde el conocimiento científico es compartido, cuestionado y enriquecido de maneras inesperadas y múltiples.
Desde la perspectiva del funcionalismo mertoniano, las revistas científicas revisadas por pares son parte integral de un sistema de evaluación que determina las políticas científica y de esta manera regula el comportamiento de los científicos. Este sistema define las recompensas y el reconocimiento dentro de la comunidad científica, influyendo en el financiamiento público de proyectos e investigaciones. A través de la publicación, la recepción de citaciones y el prestigio entre pares, las/os científicas/os son incentivados a adherirse a las normas establecidas, permitiendo la continuidad de la ciencia como una actividad socialmente organizada (Merton, 1973).
Así, el sistema de publicación y evaluación de la ciencia ha alcanzado tal nivel de complejidad que ha dado origen a un campo de estudio especializado: la cienciometría. Esta disciplina se dedica a la medición y análisis de la producción científica, proporcionando herramientas esenciales para comprender y evaluar el desarrollo del conocimiento. Entre los principales temas que abordan los estudios cienciométricos se encuentran la evaluación del impacto de las investigaciones y el análisis de grandes conjuntos de artículos para observarlos como un todo.
Además, la cienciometría permite observar los campos del conocimiento científico y delimitar sus áreas comunes y específicas, ayudando a visualizar la interconexión entre disciplinas; y a la creación de indicadores clave que son utilizados en contextos políticos y de gestión para la toma de decisiones sobre la ciencia y la tecnología. Este campo, por tanto, no solo permite medir y reflexionar sobre el estado de la ciencia, sino que también contribuye activamente a su modelamiento.
Esto ha generado que, en las últimas décadas, las revistas científicas experimenten un crecimiento constante y marcado por un acelerado proceso de digitalización y una proliferación de publicaciones en una amplia variedad de temas. Este cambio ha sido impulsado, en parte, por el desarrollo del movimiento de ciencia abierta, que promueve la accesibilidad y la transparencia en la investigación científica, extendiendo su alcance a otros sistemas de la sociedad.
En este contexto, se ha desarrollado el lenguaje de marcado XML-JATS, un estándar técnico esencial para la publicación en línea de artículos científicos, que no solo facilita la interoperabilidad de los datos, sino que también ofrece varios beneficios clave: mayor visibilidad, ya que cada artículo publicado en la web se vuelve más accesible; fácil indización y recuperación, permitiendo la recuperación del texto completo de un documento, lo que facilita su localización y consulta; garantía en la preservación digital y compatibilidad multiplataforma.
Un aspecto interesante que ha venido acompañado del avance de la ciencia abierta ha sido el desarrollo de nuevas formas de medir el impacto de la investigación científica, más allá de las métricas tradicionales. Las métricas alternativas, conocidas como altmetrics, han surgido para reflejar la influencia del trabajo científico en los nuevos contextos digitales, sociales y de información.
Estas se basan en indicadores derivados de las visualizaciones e interacciones con las plataformas digitales. Las altmetrics incluyen, por ejemplo, la cantidad de veces que un artículo ha sido referenciado en blogs, compartido en plataformas sociales como Linkedin o Twitter, o guardado en gestores bibliográficos como Zotero.
Este nuevo enfoque permite medir el impacto de la investigación de manera más dinámica y amplia, considerando no solo la cantidad de citas académicas tradicionales, sino también el alcance y la influencia que tiene el trabajo científico en la sociedad y en los medios digitales. De este modo, ofrecen una posible visión más completa y contemporánea del valor y la relevancia de la producción científica.
Fuente: Actes de la recherche en sciences sociales (1977)
Fuente: Nature (1880), Science, Philosophical Transactions (1665)
Fuente: Radiation Botany (1961)
Arte y ciencia han sido tradicionalmente percibidos como dominios opuestos: uno dedicado a la exploración subjetiva de la belleza y la expresión, y el otro centrado en la construcción objetiva de conocimiento y certeza. Sin embargo, esta división no refleja la profundidad de su relación ni el impacto que ambos tienen en nuestra comprensión del mundo.
Niklas Luhmann, sociólogo teórico y autor de la Teoría General de los Sistemas Sociales, propone una visión que sitúa tanto al arte como a la ciencia como sistemas autónomos y diferenciados dentro de la sociedad. Según Luhmann (2007), cada uno de estos sistemas opera bajo una lógica interna propia, definida por códigos binarios que guían su funcionamiento. Así, la forma arte/ciencia tiene dos lados. Por un lado, el sistema del arte se rige por el código bello/feo, el cual encapsula las percepciones estéticas y la producción de significados mediante expresiones creativas. Por el otro lado, el sistema de la ciencia opera bajo el código verdadero/falso, una dicotomía que orienta la búsqueda de nuevos conocimientos, la validación de teorías y de esta manera al desarrollo intelectual. Esta diferenciación no solo resalta la independencia operativa de cada sistema, sino que también subraya su capacidad para interpretar y dar sentido al mundo desde perspectivas diferentes.
El arte no persigue verdades universales ni utilidad práctica alguna. Su esencia radica en la búsqueda y creación de nuevas formas de entender y experimentar el mundo. Al operar sobre la realidad y proponer visiones alternativas, genera un mundo dentro del mundo, ampliando los límites de la percepción y proporcionando una distancia liberadora frente a lo que consideramos real.
Un inmejorable ejemplo es el de los ready-made creados por Marcel Duchamp. En estas obras, el artista selecciona un objeto funcional, no artístico –una rueda de bicicleta, una pala, un urinario–, y lo inserta en un espacio artístico, fuera de su contexto práctico. Al generar ese desplazamiento, el artista le confiere una intención expresiva antes imposible, que puede generar nuevas relaciones conceptuales, interpretativas o especulativas en el observador.
La paradoja del arte radica en "hacer visible algo a través de lo invisible". En sus procesos creativos, el arte separa "lo claro de lo oscuro, las disonancias de las consonancias y las fatalidades de las trivialidades" (Luhmann, 2007), a través de divisiones, de cesuras; mientras crea mundos nuevos, también oculta el mundo conocido, haciendo evidente el lenguaje de sus procedimientos, mostrándose como una herida en lo real. De esta manera, el arte no solo nos provoca, sino que también enfatiza la arbitrariedad con la que definimos los límites de la realidad y nuestra posición dentro de ella.
En contraste, la ciencia se fundamenta en un riguroso aparato metodológico diseñado para minimizar la influencia subjetiva y garantizar resultados que puedan ser reconocidos como verdaderos. Busca conectar los descubrimientos con la realidad conocida, navegando cuidadosamente entre problemas como el error, la veracidad, la predicción y el engaño. De este modo, a través de rigurosos procedimientos de generación de estándares y revisiones cruzadas, las científicas logran decidir qué es verdadero y qué no lo es, de modo que la decisión no recae en la opinión de ningún individuo, sino que emerge de la neutralidad de un sistema compartido por quienes participan en la comunicación científica (Luhmann, 2007).
La actividad científica incluye mecanismos como los congresos académicos, donde los avances recientes son sometidos al escrutinio público, y un sistema global de publicación y referenciación que permite compartir información de manera clara y eficiente. Este sistema posibilita rastrear con precisión los orígenes y procedimientos de la información, facilitando nuevos encadenamientos que enriquecen el conocimiento colectivo.
A comienzos del siglo XX, cuando la física newtoniana ya no fue capaz de explicar fenómenos subatómicos, una enorme comunidad de investigadores comenzó a relacionarse de manera más frecuente, organizaron congresos, crearon nuevas publicaciones, formaron departamentos; así a través de intercambios comunicativos de mayor o menor intensidad desarrollaron una serie de conceptos y teorías innovadores como la teoría de la relatividad general, el principio de incertidumbre y la dualidad onda-partícula, que pusieron en jaque a Dios y fueron formando un nuevo paradigma de la física. Estos avances transformaron radicalmente nuestra comprensión de la realidad, desafiando a las intuiciones establecidas sobre la naturaleza del universo.
La ciencia se pregunta por el “qué” y el “cómo”, quiere derribar mitos e ídolos, buscando construir explicaciones que generen certeza y eliminen ambigüedades. Su propósito es avanzar hacia una objetividad compartida y verificable, proporcionando un terreno común y universal desde el cual comprender el mundo.
Arte y ciencia, dos caminos entrelazados que, aunque autónomos en su lógica y propósito, se encuentran en encrucijadas fascinantes. La ciencia, con su habilidad para estructurar verdades y construir certezas compartidas, nos brinda las herramientas necesarias para enfrentar los enigmas del universo. Por su parte, el arte nos inspira a mirar más allá de lo evidente, a desafiar lo establecido y a explorar las infinitas dimensiones de la experiencia humana. En su diálogo, estos dos sistemas se complementan, abriendo puertas a nuevas formas de entender y transformar el mundo.
Cuando intentamos cruzar la frontera del arte y la ciencia vemos que ambos sistemas tienen un elemento común: la exploración de lo desconocido. La investigación y la búsqueda del saber es uno de los elementos fundamentales que conectan a artistas y científicos.
El arte puede ser considerado una forma de conocimiento porque, a través de los mundo que propone, permite explorar y comprender aspectos profundos de la condición humana, la cultura y la sociedad. Las obras de arte –visuales, literarias, musicales o performativas, etc.– tienen la capacidad de transmitir ideas complejas, emociones y experiencias de maneras que otras formas de conocimiento, por ejemplo las neurociencias, no pueden capturar por completo.
El arte ofrece una perspectiva única sobre la realidad, que invita a la reflexión y al cuestionamiento, y puede revelar verdades subjetivas y universales que enriquecen nuestra comprensión del mundo y de nosotras mismas. Además, el proceso creativo en sí mismo es una forma de investigación y descubrimiento, donde el artista experimenta, innova y comunica su visión particular, así como técnicas y procedimientos creativos, contribuyendo así al acervo de conocimientos humanos.
Las sinergias entre arte y ciencia se hacen más visibles cuando observamos la ciencia no como un sistema rígido, sino como un caos creativo, lleno de “accidentes, coyunturas y curiosas yuxtaposiciones”, como nos invita el filósofo de la ciencia, Paul Feyerabend. Esta propuesta plantea que la ciencia no se desarrolla siguiendo una estructura fija o un conjunto de reglas universales, sino que los científicos enfrentan problemas adaptando métodos y modelos según las circunstancias. “Es una empresa esencialmente anarquista”, en donde “el único principio que no inhibe el progreso es: todo sirve” (Feyerabend, 2006).
Este enfoque anárquico y experimental de la ciencia devela una similitud esencial con el arte. Al igual que un pintor combina colores o un poeta juega con las palabras para expresar lo inefable, el científico utiliza heurísticas, restos de teorías pasadas, genera nuevas herramientas metodológicas, y así encuentra algunas respuestas y muchas más preguntas. Los hechos que la ciencia registra no son objetivos ni estérilmente reales; son interpretaciones modeladas por el contexto teórico y social. En este sentido, tanto la ciencia como el arte están profundamente enraizados en el caos de la creatividad, los procesos no-lineales, la ilusión y la sorpresa.
De esta manera, la aparente división entre arte y ciencia comienza a desdibujarse. El arte no solo es una forma de conocimiento, sino que su esencia creativa encuentra eco en la práctica científica. A su vez, la ciencia, en su exploración de lo desconocido, no puede desligarse de la intuición y la creatividad. Ambos sistemas, al entrelazarse, nos recuerdan que la exploración humana no tiene límites claros y que el conocimiento surge, en última instancia, del caos y la imaginación compartida.
El interregno entre arte y ciencia representa un territorio fértil para la creatividad, la investigación y la experimentación. La integración de estos dos mundos no sigue un trayecto único ni lineal, sino que se despliega como un espectro de posibilidades en constante evolución. Velasco y Nieto (2024) han propuesto una clasificación esclarecedora tras analizar múltiples obras que utilizan elementos de ambos sistemas. Los autores identificaron seis categorías que ejemplifican las distintas maneras en que el arte y la ciencia pueden dialogar.
En primer lugar, encontramos las obras artísticas destinadas a honrar, apreciar, divulgar y generar conciencia pública sobre el valor de la ciencia. Estas iniciativas buscan una conexión emocional entre las audiencias y el conocimiento científico, empleando medios como monumentos, murales, museos o libros. Este tipo de manifestaciones artísticas resalta la relevancia de la ciencia para la sociedad, no solo como una fuente de progreso técnico, sino también como una inspiración cultural y humana.
La segunda categoría incluye obras donde las habilidades artísticas son utilizadas para configurar visual y espacialmente teorías, modelos o resultados científicos. Ejemplos de esta colaboración incluyen la ilustración naturalista, que traduce observaciones complejas en imágenes accesibles; o las infografías, que sintetizan grandes volúmenes de datos en representaciones claras y comprensibles. Estas prácticas no solo mejoran la comprensión de conceptos científicos, sino que también amplían las fronteras de cómo la ciencia puede comunicarse.
La tercera categoría se centra en aquellas obras que integran la ciencia como modelo, referencia o punto de partida para la creación artística. Este enfoque trasciende la simple inspiración para transformar conceptos científicos y tecnológicos en motores del proceso creativo. Un ejemplo destacado es la obra del artista Leonel Moura, quien ha desarrollado lo que denomina symbiotic art. Este tipo de arte propone un giro radical en la producción artística al desplazar la actividad creativa desde los humanos hacia las máquinas. Así, los robots desempeñan el papel principal como ejecutores de las obras, aunque su programación aún deba ser realizada por humanos, poniendo en jaque definiciones sobre el acto de creación, la noción de autoría y la relación entre el creador y la obra.
Por otro lado, la cuarta categoría incluye obras donde el arte explora, problematiza o cuestiona a la ciencia. Este enfoque genera un diálogo crítico sobre la práctica científica, planteando cuestiones éticas, filosóficas y sociales que enriquecen la reflexión sobre el impacto de la ciencia en nuestras vidas. Estas obras, más que buscar respuestas definitivas, invitan al público a considerar nuevas perspectivas. Ejemplo, de esta sinergia es el proyecto TC&A, que ya comentamos.
La quinta categoría comprende obras que brindan una explicación científica de la experiencia estética. Estas propuestas exploran los fundamentos biológicos, psicológicos o neurocientíficos de nuestra percepción y apreciación artística. Al estudiar los mecanismos que subyacen a la experiencia del arte, estas investigaciones no solo amplían nuestra comprensión de la belleza, sino que también abren nuevas vías para la creación.
Finalmente, la sexta categoría abarca obras que fomentan la creatividad y la innovación al explorar la relación entre las artes, la tecnología y la ciencia. Este tipo de iniciativas interdisciplinarias ha dado lugar a avances significativos en tecnologías emergentes, como la realidad virtual, la inteligencia artificial y el diseño sostenible. Estas colaboraciones no solo impulsan el desarrollo tecnológico, sino que también generan nuevas formas de interacción humana con el entorno.
Estas categorías ilustran la diversidad y riqueza de las interacciones entre arte y ciencia, demostrando su potencial para generar sinergias creativas e innovadoras. Este diálogo interdisciplinario no solo enriquece las prácticas propias de cada campo, sino que también tiene el poder de transformar profundamente la sociedad al ofrecer nuevas herramientas, perspectivas y paradigmas para enfrentar los desafíos del presente y del futuro. Al fomentar la convergencia entre estas dos disciplinas, se abren caminos para imaginar y construir un mundo más diverso, sostenible y lleno de posibilidades.
Arte y ciencia, lejos de ser mundos separados, son expresiones complementarias de la creatividad humana. Su interacción nos invita a abrazar la complejidad, valorar el error como fuente de aprendizaje y celebrar la libertad intelectual sin límites ni reglas fijas. Este diálogo no solo amplía nuestra comprensión del mundo, sino que también nos inspira a imaginar futuros más diversos y sostenibles.
En el Taller Astrolabio, estamos comprometidos con la creación de sinergias entre el arte y la ciencia, conscientes de que ambas disciplinas comparten un impulso creativo esencial. Desde nuestra experiencia en diseño gráfico y oficios editoriales, promovemos esta intersección como un espacio fértil para la innovación, colaborando estrechamente con científicos, artistas e investigadores. Este enfoque nos permite abordar los desafíos de un futuro cada vez más complejo e incierto, integrando diversas perspectivas y generando propuestas transformadoras.
Creemos que operar bajo esta lógica no solo permite observar críticamente la realidad y abrir caminos hacia nuevas posibilidades, sino que también inspira a imaginar soluciones sostenibles que respondan a las necesidades de la sociedad. En este cruce de saberes, vemos un terreno para la exploración y el diálogo, donde la creatividad y el rigor se unen para enfrentar los retos del presente con mirada de futuro.
En este cruce de caminos, más que respuestas definitivas, encontramos senderos que se abren ante nosotros, invitándonos a experimentar, imaginar y construir mundos posibles. Este espíritu de exploración y creatividad constituye la esencia del proceso evolutivo de lo humano, en el que el arte y la ciencia son potencias fundamentales para comprender y transformar nuestra realidad.
Entonces, el arte y la ciencia comparten un mismo espíritu explorador y creativo, y por tanto su colaboración tiene el potencial de generar nuevas formas de pensar y actuar en el mundo. Formas inéditas, imposibles en cada sistema operando de manera autónoma. Como destacan Velasco y Nieto (2024), las sinergias entre estas disciplinas abren posibilidades para involucrar a nuevas audiencias, formular preguntas críticas y adoptar perspectivas innovadoras.
Cuando la ciencia se entrelaza con el arte, sus horizontes se expanden. Este diálogo permite integrar formas alternativas de conocimiento y fomenta una reflexión profunda sobre el desarrollo científico y sus consecuencias. Además, sitúa a la ciencia en una perspectiva contextual y experiencial, combinando elementos locales, técnicos, sociales y epistemológicos.
Así, para aprovechar estas sinergias es fundamental comprender que tanto el arte como la ciencia operan a través del uso de figuras literaias, como la metáfora. La metáfora, definida como el desplazamiento del sentido de una palabra o expresión hacia otra con la que guarda una relación de semejanza implícita, es una herramienta poderosa para describir y conceptualizar el mundo.
En el arte, las metáforas generan conexiones entre ideas y conceptos mediante operaciones poéticas que expanden significados. El arte crea formas dentro del mundo para relacionarlas con las dem´ás categorías de la realidad, como ilustró el Conde de Lautréamont con su famosa imagen del “encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, entre un paraguas y una máquina de coser”.
Por su parte, la ciencia también recurre a las metáforas para resolver problemas y desarrollar modelos explicativos. Conceptos como “sistemas”, “árboles de conocimiento” o “agujeros negros” son ejemplos de cómo la ciencia utiliza metáforas para describir fenómenos naturales y sus mecanismos causales. Estas metáforas pueden evolucionar hasta convertirse en teorías y paradigmas que impulsan descubrimientos significativos.
La metáfora actúa como un puente entre arte y ciencia, desafiando los límites de cada sistema. El arte ofrece una perspectiva única para enriquecer la ciencia, al construir imágenes y metáforas que sitúan el conocimiento científico en un contexto social y cultural más amplio. Ejemplos como los ready-made de Duchamp muestran cómo el arte puede liberar al conocimiento de los marcos que lo originaron, abriendo nuevas vías para pensarlo y experimentarlo.
Un ejemplo destacado de esta intersección es The Tissue Culture & Art Project (TC&A), proyecto artístico creado en 1996 por Ionat Zurr y Oron Catts. En este, los artistas cultivan tejidos vivos en laboratorios, creando lo que denominan “seres semi-vivos”. Estas entidades se sitúan en la frontera difusa entre lo vivo y lo inerte, lo natural y lo artificial, requiriendo intervención humana o tecnológica para su mantenimiento. Este trabajo plantea preguntas éticas y filosóficas sobre los límites de la vida y nuestra relación con los objetos que manipulamos.
Por ejempo, en el proyecto Victimless Leather, Zurr y Catts cultivan tejidos de piel en biorreactores, creando una especie de “cuero vegano” que no implica la muerte de animales. En Disembodied Cuisine, por su parte, exploran la posibilidad de cultivar tejidos comestibles en laboratorios, desafiando las nociones de lo comestible y cuestionando nuestras prácticas alimentarias y la industria alimenticia.
Las interacciones entre arte y ciencia no solo enriquecen nuestras comprensiones existentes, sino que también desafían las estructuras establecidas del conocimiento. Estas colaboraciones interdisciplinarias nos invitan a replantearnos nuestra relación con el mundo, incorporando perspectivas éticas, culturales y filosóficas novedosas e inéditas.
Fuente: Disembodied Cuisine, Oron Catts y Ionat Zurr, 2003. https://tcaproject.net/portfolio/disembodied-cuisine/
Fuente: Rotary Glass Plates (Precision Optics), Marcel Duchamp, 1920. https://www.wikiart.org/es/marcel-duchamp/rotary-glass-plates-precision-optics-1920
Fuente: Le faux miroir, René Magritte, 1928
Referencias
Abadal, E., & Rius, L. (2006). Revistas científicas digitales: Características e indicadores. Revista de Universidad y Sociedad del Conocimiento, 3(1).
Canto Pérez, M. (2018). Más allá de la diagramación: El diseño editorial como proceso en las revistas científicas. En J. Rus & A. M. Pinto Durán (Eds.), Revistas científicas mexicanas: Retos de calidad y visibilidad en acceso abierto. Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica.
Domínguez, D. D. (2022). Las revistas científicas y su rol en la difusión del conocimiento científico. Revista Cubana de Educación Superior, 41(22). http://scielo.sld.cu/pdf/rces/v41s1/0257-4314-rces-41-s1-22.pdf
Merton, R. K. (1973). The Sociology of Science: Theoretical and Empirical Investigations. The University of Chicago Press.
Secord, J. A. (2004). Knowledge in Transit. Isis, 95(4), 654–672. https://doi.org/10.1086/430657
Fuente: American Astronomical Society (1926)
Referencias
Feyerabend, P. (2006). Tratado Contra El Metodo. Esquema De Una Teoria Anarquista Del Conocimiento. Tecnos.
Luhmann, N. (2007). La Sociedad de la sociedad. Herder.
Velasco, M., & Nieto, I. (2024). The Art-Science Symbiosis. Springer International Publishing.https://doi.org/10.1007/978-3-031-47404-0
Fuente: American Astronomical Society (1926)